El asesinato de Julia Martha Thomas, o la calavera en el jardín de David Attenborough
Hola niños, hoy vengo a contaros la historia de un crimen victoriano cuyas raíces se extienden hasta nuestros días. Un asesinato, una suplantación de identidad, un cráneo perdido y un famoso naturalista son nuestros protagonistas. Os presento el caso de Julia Martha Thomas.
Nuestra historia empieza casi por el final. Más concretamente el 22 de octubre de 2010, cuando el célebre naturalista y divulgador Sir David Attenborough estaba realizando unas obras de ampliación de su casa de Richmond, al suroeste de Londres. Nada fuera de lo normal.
La cosa dejó de ser normal cuando uno de los operarios de las obras encontró algo inesperado en el jardín: un cráneo humano con signos de violencia. Por supuesto el señor Attenborough entregó el cráneo a las autoridades, imagino que después de que se le hubiera pasado el susto.
El cráneo fue a parar a manos del profesor Gordon Cook, de la Universidad de Edimburgo, que confirmó que el cráneo era de una mujer blanca que había entrado en la menopausia y estimó que tenía entre 130 y 380 años (el cráneo, no la señora). Esto, sumado al hecho de que se encontró sobre un montón de azulejos victorianos, situaba el cráneo protagonista a finales del siglo XIX. Y daba la casualidad de que un célebre crimen de la época victoriana, hoy olvidado, encajaba como un guante en el descubrimiento.
1879, Richmond, Londres. A apenas 100 metros de donde siglo y medio después estaría la casa de Sir David Attenborough, en el número 2 de Mayfield Cottages, vive una mujer llamada Julia Martha Thomas. Al lado de la casa hay un pub, The Hole in the Wall.
Julia tiene 55 años, ha sido maestra de escuela y ha enviudado dos veces. A la muerte de su segundo marido, en 1873, se trasladó a Mayfield Cottages y ha vivido sola allí desde entonces. Viaja frecuentemente y pasa largas temporadas sin que su familia o amigos sepan dónde está.
También es alguien que a pesar de no contar con muchos medios económicos gusta de aparentar, así que suele vestir de forma elegante y llevar joyas. Por esos mismos motivos busca una trabajadora doméstica, pero tiene fama de ser poco amable y nadie dura mucho en el puesto.
El 29 de enero, una nueva candidata entra a trabajar en Mayfield Cottages. Se trata de Kate Webster, una mujer irlandesa de unos 30 años, también viuda de un capitán de navío y cuyos cuatro hijos habían fallecido poco después, siempre según su relato.
Lo que probablemente Kate no le había contado a Julia es que había pasado varias temporadas a la sombra por hurtos mayores: primero en Wexford, en su Irlanda natal, cuando sólo tenía 15 años, y tiempo después en Liverpool, donde estuvo condenada a trabajos forzados. Una vez cumplió su condena se trasladó a Londres, donde tuvo un hijo y donde volvería a ser condenada por robo en varias ocasiones. Mientras ella estaba en la cárcel, una amiga suya cuidaba de su hijo. Fue esta amiga quien la recomendó a Julia Martha Thomas.
Como era de prever, la relación entre Julia y Kate es mala. Malísima. Julia critica constantemente el trabajo de Kate y las discusiones son diarias. Julia pide a varios amigos que se queden en la casa, ya que no quiere estar sola con Kate. El 28 de febrero, Kate es despedida.
Kate convence a Julia para que la deje trabajar tres días más. El domingo, Kate debe ayudar a Julia a prepararse para ir a la iglesia presbiteriana, pero se va al pub y vuelve tarde, lo que desemboca en otra discusión. Julia tiene intención de deshacerse de Kate en cuanto vuelva.
Lo que sigue está extraído de la confesión de Kate Webster, ya que nadie más supo nunca qué sucedió realmente.
Siempre según Kate, Julia vuelve a casa hecha una furia y la discusión se convierte en pelea. Por los motivos que sean, Kate empuja a Julia escaleras abajo y, cuando Julia empieza a gritar, termina estrangulándola para evitar que los vecinos oigan sus gritos.
Una vez Kate ha asesinado a Julia, empieza con la tarea de deshacerse del cuerpo. Esta parte no es para estómagos sensibles, así que intentaré no entrar en demasiados detalles.
Kate descuartizó a Julia, la hirvió y quemó sus huesos en la chimenea. Durante los días siguientes, limpió la casa de arriba a abajo y se dedicó a hacer ver que todo seguía igual… mientras empaquetaba a Julia en un maletín y varias cajas. Pero la cabeza y un pie no cabían. El pie fue lanzado a un basurero de Twickenham, y la cabeza… bueno, la cabeza la enterró en el establo del Hole in the Wall. Justo el lugar que 131 años después ocuparía el jardín de Sir David Attenborough.
Después de eso, Kate se vistió con la ropa de Julia y se fue a visitar a unos amigos. En el viaje aprovechó para deshacerse de la maleta y de las cajas lanzándolas al Támesis. Igual no fue la idea más brillante del mundo, también os lo digo.
Al día siguiente, la caja fue encontrada en la orilla del río y entregada a la policía, una vez más después de que al señor que la encontró se le pasara el susto, que ya es tradición en esta historia. Más o menos a la misma vez, alguien encontró el pie en el vertedero de Twickenham y… bueno, ya os imagináis cómo va la historia. Si Kate no se cargó a alguien más de un susto fue de milagro, la verdad.
La prensa amarillista, que en esa época ya existía y era casi peor que ahora, se frotó las manos con el caso. Lo llamaron “El misterio de Barnes” (por la zona donde había aparecido la caja), y se llegó a especular con que había sido obra de ladrones de cadáveres.
Durante dos semanas Kate se hizo pasar por Julia, usando su ropa, viviendo en su casa y hasta vendiendo sus muebles. A sus conocidos les dijo que Julia se había ido de viaje, y nadie sospechó porque era algo que Mrs. Thomas hacía con frecuencia. Pero cuando alguien se presentó a llevarse los muebles de la casa, los vecinos empezaron a sospechar. La casera de Julia preguntó a los porteadores que quién había vendido los muebles, a lo que ellos respondieron que “la señora Thomas”, mientras señalaban a Kate.
Kate, que se coscó de lo que había pasado, hizo mutis por el foro y se volvió a la casa de su familia en Irlanda, imagino que sin dar demasiadas explicaciones del por qué de su repentina vuelta al hogar.
La policía, mientras tanto, inspeccionó el 2 de Mayfield Cottages y encontró de todo: desde manchas de sangre a huesos quemados. También encontraron una carta dirigida a Kate con la dirección de su familia en Irlanda. Es lo que tiene salir por patas, que no te da tiempo a recoger.
Scotland Yard envió un cartel de “Se Busca” a la policía de Wexford, que pudo comprobar que la mujer en cuestión tenía antecedentes. En menos que se santigua un cura loco se presentaron en la casa familiar para detener a Kate y devolverla al Reino Unido.
El 2 de julio, Kate se presentaba ante el tribunal en el Old Bailey, en uno de los juicios más sensacionales de la época victoriana. Fue tan popular que incluso el príncipe heredero de Suecia (el futuro Gustavo V) asistió como espectador a una de las sesiones.
Una vez más, los buiDIGO los medios de comunicación se frotaron las manos con el tema, y el rostro y la muy complicada vida de Kate Webster ocuparon decenas de páginas en los periódicos británicos e irlandeses.
Seis días más tarde el tribunal declaró a Kate Webster culpable del asesinato premeditado de Julia Martha Thomas, condenándola a morir en la horca. Kate intentó hacer creer que estaba embarazada, pero un tribunal médico dictaminó que era mentira.
Kate intentó incluso apelar a la mismísima reina Victoria para que le conmutara la pena, pero el Ministro del Interior decidió que no había motivos para molestar a Su Graciosa Majestad con el tema y la petición fue denegada. Finalmente, el 29 de julio de 1879, Kate Webster fue ahorcada en la prisión de Wandsworth. Había confesado el crimen la noche anterior. Tras la ejecución, fue enterrada en una tumba sin marcar dentro de la propia prisión.
El caso de Kate Webster y Julia Martha Thomas se hizo extremadamente popular en su momento: se hicieron canciones, revistas como el Strand o el Illustrated Police News publicaron dosieres como recordatorio y Madame Tussaud’s colocó una figura suya en su Cámara de los Horrores. Por desgracia, el caso de Kate también sirvió para azuzar y justificar la terrible xenofobia hacia los irlandeses que campaba a sus anchas por la Gran Bretaña victoriana. No es que la cosa esté mucho mej*se la llevan*
Sin embargo, a diferencia de otros casos igual de sensacionalistas la historia de Kate terminó cayendo en el olvido y a mediados del siglo XX pocos eran los que la recordaban. Tampoco Sir David Attenborough, que en 1952 compró la casa situada entre Mayfield y el Hole in the Wall.
Y así llegamos al principio de nuestra historia, con el cráneo de Julia convertido en protagonista del último acto de su tragedia 131 años después de su muerte. Fue enterrado en el cementerio de Richmond en agosto de 2011, cerrando así para siempre el “misterio de Barnes”.
Bibliografía:
- The Trial of Kate Webster, Elliot O’Donnell
- Survivor’s Tales of Famous Crimes, George Henry Rudd